miércoles, 27 de febrero de 2013

la gente bonita

la gente bonita de este mundo, por supuesto, no vive ni en este país ni en ningún otro similar, para ser gente bonita, tienes que ser el perfecto extranjero en estas tierras. la gente bonita tiene bonitas embajadas engalanadas con los olores y los ropajes de los diplomáticos bonitos y sus secretarias embellecidas,  deben ver con indiferencia a los no bonitos que se apostan con desesperación a tragarse el sol y carcomerse sus uñas esperando la gloriosa atención de la gente bonita que tiene como tarea recordarte lo espantoso que eres y lo dadivoso que el supremo bonito se siente si es que te honra con su permiso para permitirte pasear por sus praderas bonitas, llenas de libertad y, con suerte, algún maquillaje temporalmente embellecedor. o sencillamente negarte, por excesivamente feo, el gran premio.

la gente bonita suele ver desde arriba, es bonita porque supo chuparle hasta la última gota de humanidad a los feos, como para que no se comparen, como para que se sepa que los bonitos viven allá y los feos acá. la gente bonita sabe y comenta lo que es bonito, son absolutos y, por bonitos, irrefutables. la gente fea tiene que quemarse al sol y esperar la dádiva o salir, sin más que su propia tristeza, y volver a la fealdad de la que tanto han querido huir.

la gente bonita entiende que su belleza está constantemente amenazada por la fealdad circundante. ahora es más escandalosa, su inmaculado mundo se ha visto inundado de gente fea. antes eran incómodos pero necesarios, ahora son más de los manejables. alguna gente fea tiene la posibilidad de pasearse por los campos de la hermosura, se les tolera, casi son menos feos. pero hay otros que no se quieren ir y que andan con su fealdad mortal ensuciando el olimpo de las musas y las deidades.

pero es que los feos ven a las musas y le gustan sus cantos, ven a las deidades y le rezan y ven el olimpo y creen que es alcanzable, deseable pero, más importante, no es donde ellos viven. 

los feos no nos podemos mezclar con los bonitos, hay que pasar por sus embajadas y sus aduanas y sus perros bonitos, sus policías bonitos, sus insultos bonitos, sus blancuras bonitas. si hasta las putas son bonitas en el cielo. 

cómo lloramos que el último bonito, en su vejez bonita se haya retirado, nuestro llanto espera al próximo bonito. pero algunos países tienen la virtud de convertir a los feos en bonitos, es un proceso de mimesis en que ya no se ve sus rasgos de fealdad, un lapsus en el espacio tiempo del máximo templo de la perfección permite esos "errores" pero no hay mayor preocupación, la mimesis se encarga de corregir... yes we can.

acá abajo, entre los mortales, las fealdades chocan repeliéndose. por eso de vez en cuando nuestras súplicas son tan altas que la gloria hermosa de la gente bonita nos toca y masacra a los infieles con su largo látigo justiciero, sus aviones bonitos, su bombas de fragmentación bonitas, sus seals bonitos y ungen a un grupo de feos para que lo sean menos y toquemos, por un instante, el borde del bonito traje de la libertad que solo los bonitos conocen.

dicen que una mentira piadosa es sana, por eso los bonitos dejan que algunos feos se crean bonitos. ellos creen abrazar la dulzura de los campos de lavanda de la democracia hermosa y se ungen como representantes de las deidades y las musas y los feos bien feos nos lo creemos y nos arrodillamos y así, tan cerca la hermosura, no ponemos en riesgo al olimpo. los no-tan-feos nos parecen luz. 

y los no-tan-feos apartan a los feos de su lado, solo se quedan entre ellos, para que no les recordemos que al fin y al cabo, aun después de todos los baños con yerbas aromáticas y la gracia de dios divino, ellos siguen siendo feos y, a menos que pase una de esas cosas que no pasan, seguirán siéndolo. eso les asusta, los deprime, hace que se les corra el maquillaje y no lo pueden permitir. por eso los muy feos, sino les rezan, es mejor que se borren del camino.

así es como funciona... mientras tanto la gente bonita, en sus bonitos jardines siguen guardando su bonita mierda, para esparcirla, cuando sea necesario, por el mundo de los feos, porque ellos creen que nosotros creemos que eso nos gusta. tal vez.   

 
         

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